El destinatario de una
obra literaria lo selecciona la propia obra. Existe un receptor real,
que lee la obra, y un destinatario implícito, que busca el autor a
través de los recursos literarios que emplea con el fin de adaptarse
a un público en concreto (literatura juvenil, fantástica,
romántica, infantil).
De igual manera, en el
momento de elaborar un anuncio, el creador publicitario tiene
presente los receptores ideales de su mensaje y juega con sus
deseos. No es casual que, en general, los artículos de cosmética
estén dirigidos a mujeres o que en anuncios enfocados al público
masculino aparezcan estrellas del del deporte.
Desde el siglo XIX ha venido desarrollándose una literatura femenina enfocada a los
supuestos intereses mayoritarios de esa parte de la población. El
amor, la familia o el cuidado del hogar son sus temas recurrentes. La
evolución del papel social de la mujer durante el siglo XX ha traído
aparejado que la literatura femenina haya evolucionado igualmente.
Este tipo de obras, en la actualidad, tratan otros temas, asuntos que
hasta mediados del siglo XX se consideraba que no interesaban a las
lectoras, pero que hoy en día sí. De la misma manera, la visión
decimonónica del papel de la mujer en la sociedad es rechazada por
esas mismas lectoras.
La publicidad, igualmente,
ha evolucionado en este tema y ya no presenta a la mujer como ama de
casa y compañera de su marido. Esto no quiere decir que no siga
habiendo una distinción entre productos dirigidos a hombres y a
mujeres, el creador publicitario, como el literario, sigue teniendo
en mente su destinatario implícito, pero con los gustos que se
suponen de hoy en día. Luego, como en el caso de la literatura, el
anuncio puede ser visto por cualquiera, pero, como ya se dijo, hay
que distinguir el destinatario real del destinatario implícito, que es
aquel que está en la mente del autor y del publicista.
En publicidad, previo a la elaboración del anuncio, un equipo de trabajo determina a quién va dirigido y las características que ha de tener. Este mismo equipo ha de acordar qué enfoque se quiere dar y, por lo tanto, qué función del lenguaje se ha de emplear o ser dominante: denotativa (para describir el mundo externo), expresiva (par manifestar las emociones del emisor), apelativa (para influir en el receptor), estética (para llamar la atención sobre el propio mensaje) o fática (para hacer hincapié en el lenguaje y acto comunicativo).
En la literatura, lo habitual, es el predominio de la función estética y poética, que diferencian este arte de otros modos de redactar. Mediante diversos recursos que sería prolijo enumerar aquí, el lenguaje literario se vuelve sobre sí mismo haciendo de él un ente autónomo dentro de las diversas maneras de redactar, una manera particular de expresar.
En publicidad, previo a la elaboración del anuncio, un equipo de trabajo determina a quién va dirigido y las características que ha de tener. Este mismo equipo ha de acordar qué enfoque se quiere dar y, por lo tanto, qué función del lenguaje se ha de emplear o ser dominante: denotativa (para describir el mundo externo), expresiva (par manifestar las emociones del emisor), apelativa (para influir en el receptor), estética (para llamar la atención sobre el propio mensaje) o fática (para hacer hincapié en el lenguaje y acto comunicativo).
En la literatura, lo habitual, es el predominio de la función estética y poética, que diferencian este arte de otros modos de redactar. Mediante diversos recursos que sería prolijo enumerar aquí, el lenguaje literario se vuelve sobre sí mismo haciendo de él un ente autónomo dentro de las diversas maneras de redactar, una manera particular de expresar.
Esto no quiere decir que
numerosos elementos del lenguaje literario no puedan ser empleados en
otros tipos de comunicación. La función poética puede emplearse en
publicidad y, de hecho, se usa constantemente, como en el eslogan que
se puede ver en la ilustración (I like Ike). En este caso se usa la
rima con diversos fines como, por ejemplo, recurso nemotécnico
gracias a la reiteración fónica de un paradigma y a la selección
cuidadosa de los elementos.
Las ascuas de un crepúsculo morado
detrás del negro cipresal humean...
En la glorieta en sombra está la fuente
con su alado y desnudo Amor de piedra,
que sueña mudo. En la marmórea taza
reposa el agua muerta.
detrás del negro cipresal humean...
En la glorieta en sombra está la fuente
con su alado y desnudo Amor de piedra,
que sueña mudo. En la marmórea taza
reposa el agua muerta.
Se trata de un poema de Antonio Machado en el
que predominan los endecasílabos y heptasílabos, con rima asonante y hace la
descripción de una fuente en un atardecer.
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