domingo, 13 de octubre de 2013

Discurso a los jóvenes

Ángel González (Oviedo, 1925- Madrid, 2008). Graduado en Magisterio y licenciado en Derecho, trabajó en diferentes universidades como profesor. Como poeta, los componentes que predominan a lo largo de su producción son una crítica social, un constante pesimismo, un componente irónico y la preocupación por el paso del tiempo. Recibió premios como el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Premio Príncipe de Asturias. Sus obras más destacables son Áspero mundo (1956), Sin esperanza, con convencimiento (1961), Nada grave (2008) y La primavera avanza (2009). Las dos últimas serían obras póstumas.  

De vosotros,
los jóvenes,
espero
no menos cosas grandes que las que realizaron
vuestros antepasados.
Os entrego
una herencia grandiosa:
sostenedla.
Amparad ese río
de sangre,
sujetad con segura
mano
el tronco de caballos
viejísimos,
pero aún poderosos,
que arrastran con pujanza
el fardo de los siglos
pasados.
Nosotros somos estos que aquí estamos reunidos,
y los demás no importan.
Tú, Piedra,
hijo de Pedro, nieto
de Piedra
y biznieto de Pedro,
esfuérzate
para ser siempre piedra mientras vivas,
para ser Pedro Petrificado Piedra Blanca,
para no tolerar el movimiento
para asfixiar en moldes apretados
todo lo que respira o que palpita.
A tí,
mi leal amigo,
compañero de armas,
escudero,
sostén de nuestra gloria,
joven alférez de mis escuadrones
de arcángeles vestidos de aceituna,
sé que no es necesario amonestarte:
con seguir siendo fuego y hierro,
basta.
Fuego para quemar lo que florece.
Hierro para aplastar lo que se alza.
Y finalmente,
tú, dueño
del oro y de la tierra
poderoso impulsor de nuestra vida,
no nos faltes jamás.
Sé generoso
con aquellos a los que necesitas pero guarda,
expulsa de tu reino,
mantenlos más allá de tus fronteras,
déjalos que se mueran,
si es preciso,
a los que sueñan,
a los que no buscan
más que luz y verdad,
a los que deberían ser humildes
y a veces no lo son, así es la vida.
Si alguno de vosotros
pensase
yo le diría: no pienses.
Pero no es necesario.
Seguid así,
hijos míos,
y yo os prometo
paz y patria feliz,
orden,
silencio.




Estamos ante un poema en forma de discurso escrito por Ángel González. Es una proclama a los jóvenes, a su futuro, a lo que deben ser, a lo que se espera de ellos. Con ironía, los incita a una vida anodina, a guardar las tradiciones, a vivir en el catolicismo más inmovilista (el de Pedro Petrificado), a dejarse gobernar por los militares (arcángeles vestidos de aceituna) y a vivir a expensas de lo que diga el “dueño del oro y de la tierra”.

El tono irónico del poema, que en realidad incita a todo lo contrario, es evidente, puesto que los imperativos y vocativos que incitan a obrar de una manera son a continuación vueltos del revés por otros términos: os entrego una herencia grandiosa/amparad ese río de sangre”, “ser siempre piedra/para no tolerar el movimiento”, “mi leal amigo/fuego para quemar-hierro para aplastar”, “poderosos impulsor de nuestra vida/déjalos que se mueran”. Estos, evidentemente, son solo una breve muestra de lo dicho.
Métricamente está construido en versos cortos combinados con otros de métrica más tradicional como endecasílabos o alejandrinos. Excepto en algunas ocasiones (espero/entrego, mayo/caballo...) carece de rima aunque el autor no renuncia a otro tipo de recursos que dan ritmo como paralelismos (Fuego para quemar/Hierro para aplastar). Aunque aparentemente el poema carece de ritmo, en realidad esconde uno de los tipos más tradicionales, el que da la combinación de versos de siete sílabas con endecasílabos y alejandrinos.
El poema adopta la forma de discurso: pieza oratoria que alguien de cierta autoridad pronuncia hacia un público variante del monólogo dramático.


Predomina la paranomasia, palabras que se parecen en significante pero se diferencian en significado (esfuérzate para ser de piedra mientras vivas, para ser Pedro Petrificado Piedra Blanca, para no tolerar el movimiento para asfixiar en moldes apretados todo lo que respira o que palpita). Hay paranomasia y aliteración para dar una sensación de fuerzas. El autor se dirige a la iglesia con la metáfora de la piedra. La Iglesia fue fundada por Pedro, nombre que procede de piedra. Jesús le dijo al apóstol que después conoceremos como Pedro: tú serás Pedro y sobre esta piedra levantaré mi iglesia. Por otro lado, la piedra es la metáfora de lo permanente, lo inmortal, que aguanta cualquier inclemencia y se sostiene. La iglesia es la piedra que sostiene una moral estricta y opresora.
“a ti” (joven alférez de mis escuadrones de arcángeles vestidos de aceituna, sé que no es necesario amonestarte: con seguir siendo fuego y hierro, basta. Fuego para quemar lo que florece. Hierro para aplastar lo que se alza). Representa al ejército y la falange, que aportó retórica, bandera, desfiles a la dictadura franquista.
El tercer interlocutor (dueño oro y tierra poderoso impulsor de nuestra vida, no nos faltes jamás) son los capitalistas, banqueros, terratenientes (poderes económicos y fácticos de la época).
La persona que habla es, en principio, un jerarca franquista, un político del régimen, pero pequeños detalles nos permiten separar al orador del régimen (hablante del poema) del que lo escribe (autor del poema). Ángel González es conocido que es una persona de izquierdas y antifranquista. Es un poema irónico: aparentemente elogia los valores del franquismo, pero se entiende que lo está criticando. Esta doble lectura es lo que permitía a muchos escritores, cantantes e intelectuales en general sortear la censura de la época.

No hay comentarios:

Publicar un comentario