viernes, 1 de noviembre de 2013

Gabriel Celaya y Blas de Otero

Entre otras posibilidades, la literatura es un arma difusora de ideas políticas. Cuando en un país existe un régimen dictatorial es frecuente la aparición de literatura comprometida políticamente.
Evidentemente, en estas circunstancias el mensaje se ha de ocultar, puesto que ningún régimen dictatorial admitiría lo contrario. En España, en los años de la dictadura, se dio este tipo de literatura, si bien en los años 50 y 60 era más de denuncia social.
El régimen de Franco, como es propio de toda dictadura, hizo una purga en los estamentos culturales, como el sistema educativo, alejando de él a todo el personal que consideraba contrario. Igualmente controlaba todo el sistema de difusión cultural: editoriales, prensa, radio y, más tarde, la televisión.  En lo relativo a la prensa, se crearon toda una serie de periódicos afectos al régimen como, en Asturias, La Nueva España. Esto no quiere decir que no hubiera medios privados, como ABC o La Vanguardia, pero controlados por la censura.
Este control hacía que cualquiera que pretendiera comunicar un mensaje distinto al que el régimen proponía, lo tenía que hacer utilizando los recursos a su disposición para sortear la censura, como ya se ha dicho.
En un principio los censores prestaban poca atención a la poesía, puesto que se trataba de un género muy minoritario pero, a partir de los años 50, especialmente a través de la música, se hizo muy popular. En las facultades se hacían festivales poéticos que atraían a mucha gente. Esto hizo que los censores empezaran a prestarle atención. Se enviaba, como a todas las demás representaciones, agentes que velaban porque lo recitado fuera lo previamente establecido. En estas circunstancias se creo una especie de clave entre poetas y público de manera que las obras tenían una lectura literal y otra alternativa.
Gabriel Celaya y Blas de Otero, nacidos y formados antes de la guerra y relacionados con el principal partido en la clandestinidad, el PCE, dieron forma a una nueva poesía alejada del lenguaje elevado y enfocada en el mensaje social que se hizo muy popular. Fue una poesía muy difundida en los círculos de exiliados y de izquierdas en países como Francia a través de cantantes como Paco Ibáñez. En el desarrollo de esta poesía también tuvieron mucha importancia los llamados cantautores, surgidos durante los años 60 y 70 como Pablo Guerrero, Joan Manuel Serrat, Victor Manuel o Lluis Llach.
En el nombre de España, paz. 
El hombre 
está en peligro. España, 
España, no te 
duermas. 
Está en peligro, corre, 
acude. Vuela 
el ala de la noche 
junto al ala del día. 
Oye. 
Cruje una vieja sombra, 
vibra una luz joven. 
Paz 
para el día. 

En el nombre 

de España, paz. 

Versos de diferente medida con predominio del encabalgamiento, llegando a ser lo más abrupto posible. Advierte a España  sobre un peligro, pero no sobre cuál, está identificado. Gabriel usa versos de otros poetas, sin decir cuáles y les da otro sentido. Implícitamente transmite la idea del peligro de España, alude a un momento grave de la historia de España. En el año 55 tenemos la poesía social, ligada a la situación política del momento, con el motivo de burlar la censura. La poesía social se mantuvo tanto en la primera generación tras la posguerra con autores como Celaya, Blas de Otero, Eugenio de Nora, los cuales criticaban el franquismo con una poesía proletaria reflejando la realidad que la ideología del régimen trataba de ocultar. Al mismo tiempo se mantuvo en los años 50, con la Generación del 50, autores que habían sido niños en la guerra civil y se habían exiliado o quedaron en España oprimidos: Ángel González, Jaime Gil de Biedma, José Manuel Caballero Bonald, Carlos Barral, José Ángel Valente, José Agustín Goytisolo. Todos estos publican sus primeras obras en los años 50 en colecciones como Adonáis o colección Colliure. Antonio Machado les marcó el camino a seguir. Juan Ramón Jiménez, maestro de la poesía pura antes de la guerra civil, representa lo que antes parecía una dirección de la poesía simbolista al margen de la historia y es el ejemplo a negar. En 1959, se cumplen 20 años de la muerte de Machado y con motivo de este aniversario se produce una reunión en Francia con valor regeneracional y se publica 20 años de poesía española, de José María Castellet: una poesía que pretende cambiar el mundo frente a la poesía anterior, esteticista y evasiva.

Nosotros somos quien somos

¡Basta de Historia y de cuentos!
¡Allá los muertos! Que entierren como Dios manda a sus muertos.
Ni vivimos del pasado,
ni damos cuerda al recuerdo.
Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos.
Somos el ser que se crece.
Somos un río derecho.
Somos el golpe temible de un corazón no resuelto.
Somos bárbaros, sencillos.
Somos a muerte lo ibero
que aún nunca logró mostrarse puro, entero y verdadero.
De cuanto fue nos nutrimos,
transformándonos crecemos
y así somos quienes somos golpe a golpe y muerto a muerto.
¡A la calle! que ya es hora
de pasearnos a cuerpo
  y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.
No reniego de mi origen
pero digo que seremos
mucho más que lo sabido, los factores de un comienzo.
Españoles con futuro
y españoles que, por serlo,
aunque encarnan lo pasado no pueden darlo por bueno.
Recuerdo nuestros errores
con mala saña y buen viento.
  Ira y luz, padre de España, vuelvo a arrancarte del sueño.
Vuelvo a decirte quién eres.
Vuelvo a pensarte, suspenso.
Vuelvo a luchar como importa y a empezar por lo que empiezo.
No quiero justificarte
como haría un leguleyo,
Quisiera ser un poeta y escribir tu primer verso.
España mía, combate
que atormentas mis adentros,
  para salvarme y salvarte, con amor te deletreo.

Este poema está compuesto por versos octosílabos con rima asonante. El autor  hace una crítica al inmovilismo que impide el avance de España. A lo largo del poema encontramos numerosos recursos poéticos: la tautología, paranomasia, juegos con ambigüedad. Comienza el poema hablando en primera persona del plural, un rasgo muy típico de la poesía social y emplea expresiones coloquiales alejándose del lenguaje deliberado y poco poético. A lo largo del poema critica el nacionalismo, defendiendo otro nacionalismo que considera más verdadero, el de los hombres, invitando a la población a que, dejando atrás lo pasado, se sume al futuro, un futuro hecho a partir de todo lo que nos conforma pero que avanza hacia algo nuevo.
A mitad del poema pasa a usar la primera persona, recordando los errores de España y queriendo transmitir ideas políticas, más allá de hacer literatura, en una época en la que la censura franquista controlaba cualquier publicación o evento cultural. Su mensaje es claro: se necesita una España nueva, una España de todos, que avance hacia el futuro olvidándose del pasado, que deje atrás lo que fue, aunque no se olvide.
La poesía social fracasó, no consiguió cumplir sus objetivos e internamente se fueron haciendo arreglos para cambiar lo que hubiese que cambiar.

Biografía de Gabriel Celaya
Biografía de Blas de Otero

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